El amaranto es una semilla distribuida principalmente por regiones tropicales y templadas. Es muy resistente a climas fríos y secos, y no es extraño que crezca en suelos pobres y húmedos en zonas tropicales y con frecuencia de lluvias.
La producción del grano pudo estar en su máximo apogeo durante el periodo maya y azteca en Norte y Centroamérica. Su consumo en épocas prehispánicas era muy frecuente, de hecho, el amaranto era usado como alimento en todas las familias, sin importar los estratos sociales a los que pertenecieran.
Aparte de su uso en la cocina, el amaranto era considerado por los pueblos indígenas una semilla sagrada porque la utilizaban para sus ceremonias religiosas. Además, en ocasiones especiales y como ofrenda a los dioses, el amaranto se mezclaba con miel para moldear figuras que pudieran comerse cuando el ritual hubiera terminado.
Sin embargo, en la época colonial su cultivo y consumo estuvo prohibido al considerarse que era un elemento propio de ritos páganos.
En la actualidad el amaranto es un alimento con mucha presencia en países asiáticos, de América y África. Además, y como curiosidad, China es uno de los mayores productores de amaranto. Es considerado un pseudocereal puesto que tiene propiedades características en los cereales.
El amaranto puede incluirse en ensaladas, guisos, o incluso pueden tomarse tanto en platos salados como dulces, fríos o calientes. Es por lo tanto, un producto que se adapta muy buen a cualquier otro alimento que lo acompañe.
Además, se ha convertido en un sustitutivo interesante de las palomitas de maíz porque si se fríe se pueden conseguir “palomitas de amaranto”, con importantes beneficios para la salud debido a la fibra y proteínas que contiene.
Por último, entre las propiedades del amaranto destacan: la Vitamina A, B, C, B1, B2, B3, es fuente de ácido fólico y es rico en calcio, hierro y fósforo.