En Galicia existe mucha tradición de carnaval «Entroido», y mucha gastronomía típica asociada a esta festividad. Una de las comidas de carnaval que reúnen alrededor de una mesa a familiares y amigos es el cocido; y con esta tradición llega una de mis experiencias culinarias preferidas del año.
Hoy os quiero enseñar uno de los lugares, que se distingue por ser muy auténtico y desconocido. Se trata del restaurante El Eligio, perdido en la montaña de Lugo en un pueblo llamado O Cádavo. Este restaurante es regentado desde hace décadas por una familia, que vive la cultura de campo gallega igual que hace siglos; y han hecho de cocido tradicional un arte con seña de identidad propia. Ellos mismos cultivan los famosos grelos de la zona y las patatas; y encargan la matanza de sus cerdos, con los que elaboran los chorizo, el botillo (butelo) y la androlla. Además cocinan de manera tradicional el lacón y la cabeza del cerdo; donde los conocedores del animal dicen que se encuentran las partes más exquisitas.
El lugar es un típico mesón de pueblo; que tiene un comedor con capacidad para unas 30 personas, y donde acude gente desde largas distancias para degustar los cocidos. Como no podía ser de otra forma, tienen un vino de la casa de uva Mencía, que marida con el cocido de forma perfecta, tal que ni los mejores sumilleres podrían encontrar otro mejor. Primero te sirven una gran bandeja con patatas cocidas, garbanzos, chorizos y androlla.
La androlla es un embutido típico de la zona, parecido al chorizo pero elaborado además con cebolla. Es una exquisitez que ha quedado en el olvido de la tradición, y ya pocas familias lo elaboran de forma casera. En una localidad cercana, Navia, hay una fiesta de la androlla, que se celebra en esta época; pero como nos comentan en el Eligio, no es exactamente igual a la suya. Tantas décadas realizando estos manjares, dan pie a adaptarlo a los gustos de la casa, y lo convierten en típico del lugar.
Después viene la bandeja con los grelos, de un color verde de ensueño; con su típico sabor entre ácido y amargo, que combina con el salado del lacón y los embutidos. También la cabeza del cerdo; donde lo más apreciado es el morro y zonas cercanas a las orejas, de un color más oscuro. Hay que probarlo para poder describirlo.
Y ya por último viene el butelo, el botillo tradicional de la zona, con el que hay que pelearse con los huesos para degustar el sabor picante y saldo.
Los postres del Eligio son caseros, y no se piden, con el cocido toca un postre que puede ser unas filloas típicas, unas orejas, un buen flan o cualquier otra delicia culinaria que decida en el día la matriarca que pasa las mañanas entre los fogones de esta meca del cocido tradicional. En esta última ocasión nos tocaron unas orejas y unas flores; típicas del carnaval.
La calidad de la materia prima, el mimo con el que trabajan el producto y la tradición ligada a esta comida, hacen que año tras año volvamos algún fin de semana de invierno a El Eligio a darnos una «enchenta».
Escribir con la Boca Llena
Publicado por Pez Globo | 6 de marzo de 2014
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