Canelazo: el abrazo cálido de los Andes en una copa

Canelazo: el abrazo cálido de los Andes en una copa

En las noches frías de los Andes, cuando el viento corta y las celebraciones se encienden, hay una bebida que reconforta el cuerpo y el alma: el canelazo. Esta preparación caliente, aromática y profundamente arraigada en la cultura andina, se ha convertido en símbolo de identidad, hospitalidad y resistencia frente al frío y al olvido.


Originario del altiplano andino, el canelazo se consume principalmente en Ecuador, Colombia, Perú y el norte de Argentina, especialmente durante las fiestas de fin de año, celebraciones populares y encuentros comunitarios. Su nombre proviene de su ingrediente estrella: la canela, que junto con la panela (azúcar de caña sin refinar) y el aguardiente, conforma la base de esta bebida que se sirve humeante y con un característico color ámbar.

Ingredientes que cuentan historias

La receta tradicional del canelazo es sencilla, pero cargada de significado. Se hierve agua con ramas de canela durante al menos 30 a 40 minutos, se añade panela rallada y, finalmente, se incorpora aguardiente artesanal o embotellado. En algunas regiones, se le agrega jugo de frutas como naranjilla o limón, clavo de olor o incluso se prepara sin alcohol, adaptándose a distintos gustos y contextosWikipedia.

Cada ingrediente tiene su historia: la canela, traída por los colonizadores, se integró a las costumbres locales; la panela, producto de la caña de azúcar, representa el trabajo agrícola y la dulzura de la tierra; y el aguardiente, fuerte y transparente, simboliza la intensidad de la vida en altura.

Más que una bebida: una experiencia cultural

El canelazo no solo se bebe, se comparte. En Ecuador, por ejemplo, es habitual encontrarlo en puestos callejeros durante las Fiestas de Quito o en la víspera de Navidad. En Colombia, acompaña las novenas y las ferias de pueblo. En Perú, se sirve en reuniones familiares o como bienvenida en zonas rurales.

Su presencia en celebraciones populares lo convierte en un elemento de cohesión social, donde el calor del líquido se mezcla con el calor humano. Es una bebida que invita a conversar, a cantar, a recordar.

Tradición que evoluciona

Aunque el canelazo mantiene su esencia, también ha sido reinterpretado por la gastronomía contemporánea. En bares y restaurantes de ciudades como Bogotá, Quito o Cusco, se ofrecen versiones con infusiones de frutas, reducción de panela, licores premium o presentaciones gourmet. Esta evolución demuestra su versatilidad y vigencia como símbolo cultural.

Además, iniciativas turísticas y gastronómicas lo han incorporado como parte de experiencias sensoriales en rutas andinas, posicionándolo como un producto de valor patrimonial y atractivo internacional.

Un legado líquido que perdura

En tiempos donde lo local cobra fuerza y la memoria se reivindica, el canelazo emerge como una bebida que representa mucho más que sabor. Es el reflejo de una geografía, una historia y una forma de vivir el frío con calidez.

Ya sea en una taza de barro en una plaza de pueblo o en una copa elegante en un restaurante de autor, el canelazo sigue siendo ese abrazo cálido que los Andes ofrecen al mundo.





 

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